Por: Joel Márquez
Cada vez que ocurre un acto reprobable, los medios de comunicación hablamos de este tema, nos enojamos, nos indignamos, hacemos cuanto está en nuestras manos debates, reportajes, análisis y entrevistas en contra de la violencia en los estadios, no está mal, pero estamos erradicando estas hechos.
"Si te vienen a contar cositas malas de mi" los líderes de las barras o hinchas (se le copia hasta en los nombres a los Argentinos) asisten a las reuniones de cada inicio de temporada eso sí, con carillas de “yo no fui”. Siempre arrepentidos, suplicando, pidiendo perdón para recibir otra oportunidad... la que siempre les dan. Directivos de los clubes se avientan la pelotita a la policía y viceversa; un círculo vicioso y al final no pasara nada.
Desde que México copió el modelo de las barras bravas, allá por 1995, una bola de nieve, que rodó y rodó hasta que creció y nadie ha podido detener. Alimentada de los odios de una sociedad enardecida, donde ya no hay brecha social, sino abismo. Entonces, hay que tomar medidas. A la fuerza. Sin negociación de nada. Vía decreto ejecutivo o ley de la República. Llore quien llore.
Para acudir al fútbol de primera, se necesita implementar el uso carné con código de barras para asistir al estadio. ¿Por qué carnetizar a los integrantes de cada una de las barras bravas para identificarlos; después hay que instalar entre 10 y 15 cámaras de vídeo en el interior de los estadios para que sirvan de ayuda para las autoridades. Además hay que exigir que la policía actúe con severidad con su reglamentación en caso que haya reportes de los inspectores de los partidos de potenciales sucesos que alteren una programación futbolista. Así será la única forma de ir construyendo un fútbol sin violencia y cautivar a nuevos aficionados para que regresen a los escenarios, tal como se vivía en décadas pasadas en las que iban miles de familias a disfrutar de esta actividad. Por eso es vital que se hagan correcciones de esta interesante propuesta.
Con el tiempo, medido no cronológicamente, sino cualitativamente, dependiendo de los logros, los clubes que hayan erradicado a los delincuentes de sus inmuebles podrían ir obteniendo “visas” para acudir a otros escenarios. Serían aficionados certificados por su club como gente decente. En algún momento, ojalá más pronto que tarde, la familia podría volver al estadio. A cualquier estadio, siempre que se tenga el “pasaporte de buena conducta”. Podría haber barras, pero positivas, de puro apoyo. Y, cuando el giro llegase a los 180º, el sistema de taquillas volvería a la normalidad.
Mientras tanto, según esta utopía, el país tomaría medidas exitosas para volver a convertir el abismo en brecha y la brecha en un puente que se pueda cruzar. Ahí se las dejo picando.